generale e uomo politico spagnolo (Cádice 1870-Parigi 1930). Dopo l’Accademia militare conseguì una brillante carriera durante le campagne di Cuba, Filippine e Marocco. Ebbe un ruolo determinante nel momento della crisi causata dalla depressione del dopoguerra (1918-19) e soprattutto dalla questione del Marocco, che opponeva il re e l’esercito, decisi a domare la “ribellione” dei marocchini, ai fragili governi democratici e all’opinione pubblica, contrari alla continuazione dell’estenuante e costosissima guerra: dissidio esasperato da violente controversie sociali ed economiche. Il disastro militare di Anoual (1921) diede nuova esca all’indignazione popolare, che reclamò un’inchiesta sulle responsabilità del re e dei suoi generali: in queste condizioni maturò il pronunciamiento di Primo de Rivera y Orbaneja (13 settembre 1923) che, d’accordo con Alfonso XIII, rovesciò il governo democratico, sciolse le Cortes, assumendo il potere alla testa di un “Direttorio” militare, sostituito due anni dopo (dicembre 1925) da un governo presieduto dallo stesso Primo de Rivera y Orbaneja nel quale figuravano anche ministri “civili”, fra cui J. Calvo Sotelo, esperto in materia finanziaria. Instaurate la censura e la legge marziale, affidate le province a governatori militari, la dittatura di Primo de Rivera y Orbaneja durò fino al 28 gennaio 1930, quando il re, ormai convinto del fallimento di essa, tentò di salvarsi congedando il dittatore (che morì due mesi dopo, esule a Parigi), ma non poté infine evitare l’avvento della Repubblica (aprile 1931). Nei sette anni del suo governo Primo de Rivera y Orbaneja diede al Paese un certo ordine pubblico, un’amministrazione abbastanza onesta, avviò lo sviluppo delle opere pubbliche (strade, ferrovie, telefoni), ottenne la pace nel Marocco mediante un accordo con la Francia, promulgò un Codice del Lavoro che ebbe l’adesione della Confederazione socialista (1926), conseguì la stabilità monetaria e altri vantaggi. Ma non seppe o non poté risolvere i problemi di fondo, aggravati alla fine dalla crisi economica generale, né attirarsi gli intellettuali (che gli furono ostili, da Unamuno a Ortega, da Valle-Inclán a Marañón, ecc.), né costituirsi una vera base popolare, nonostante il suo “paternalismo” e la sua bonomia spesso demagogica; non lo amò neppure il re, avvezzo a “governare” dietro le spalle dei suoi ministri. La sua dittatura non fu esattamente “fascista” (come spesso si è detto): fu soprattutto anacronistica e incapace di dominare, con idee retrive e strutture formali, una realtà sociale ed economica nuova e complessa.
E. Aunós, Primo de Rivera soldado y gobernante, Madrid, 1944; S. de Madariaga, Espana. Ensayo de historia contemporánea, Buenos Aires, 1955; C. González Ruano, El general Primo de Rivera, Barcellona, 1959; C. M. Rama, La crisis espanola del siglo XX, Messico, 1962; Ch. Petrie, Alfonso XIII y su tiempo, Barcellona, 1967; H. Mass, Primo de Rivera. Su vida y su obra, Madrid, 1983.
Capitán general en Cataluña, Miguel Primo de Rivera fue presidente dittatoriale de España desde el 13 de septiembre de 1923 al 28 de enero de 1930. Precisamente desde Barcelona fundamentó un golpe que tenía como objetivo –leyó en su manifiesto– «libertar a la Patria de los profesionales de la política, de los hombres que por una u otra razón nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un próximo fin trágico y deshonroso».
En la región catalana contó no solo con el apoyo de los militares, sino también del somatén –cuerpo parapolicial que se extendería al resto del país durante la dictadura de Primo de Rivera–, de los industriales y de los sectores conservadores en general.
Primo de Rivera (Jerez de la Frontera, 1870) es el eslabón necesario para entender la España fracturada que entraba en el siglo XX tras el desastre de Cuba y la que alumbraría a la postre la mayor de nuestras tragedias: la convulsa II República y posterior Guerra Civil que tanto condiciona –sí, ochenta años después– nuestra política. Las dos Españas frente a sí y los nacionalismos contra todas ellas. Y, en medio, el anarcosindicalismo en ascenso acorde a los tiempos que también comenzaban a soplar en una Europa que no terminaba de cerrar las heridas de la Primera Guerra Mundial.
Fue oficial del Ejército en los tres frente abiertos en España (Cuba, Filipinas y Marruecos) y la derrota del « Desastre de Annual», en el Rif marroquí contra Abd el-Krim (1921), fue el revulsivo necesario que cimentó su ascenso al poder. La España que entraba en la década de los 20 se desangraba en su guerra africana, una vía que era necesario taponar.
Miguel Primo de Rivera, ya dictador, taponó esa vía con el exitoso Desembarco de Alhucemas (1925), último gran hito del Directorio Militar con el que acabaría la primera etapa de la dictadura dando paso a otro Directorio Civil (hasta 1930) que sacó partido a los denominados «Felices Años Veinte» y la bonanza económica que imperaba en la época con el intervencionismo estatal. Compañías como Campsa o Telefónica y las Confederaciones Hidrográficas nacieron en esa época.
Pero el descontento entre los militares era patente. Dos intentonas golpistas –la Sanjuanada (1926) y el promovido por el diputado conservador José Sánchez Guerra con apoyo militar (1929)– y el fin del apoyo del Rey Alfonso XIII darían muestras del desgaste de la dictadura del «cirujano de hierro», como el dictador se veía a sí mismo. Dimitió el 28 de enero de 1930. Seis semanas después fallecería en París a causa de unas diabetes. A España aún le restaba pasar el peor capítulo de su Historia.
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